“Ningún hombre es una isla”, escribía el poeta John Donne. Nacemos de otros y solo viviendo con otros y para otros, encontramos nuestra felicidad. A través de la familia el hombre se convierte en la “tierra del tú”, la “tierra del nosotros”, abierta hacia los demás y hacia Dios.
De igual modo, ninguna familia es una isla. La familia solo es ella misma cuando se relaciona con otras familias y con la ciudad entera. Este libro nos invita a pensar en la familia y en su vocación relacional. La familia es sujeto vivo en la sociedad y la Iglesia, fuente de bien común y de vida cristiana.
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