En esta obra nos acercamos a una mujer que supo integrar en la vida cotidiana la conciencia de la Presencia de Dios. Una Presencia capaz de llenarlo todo de sentido y de implicarnos en la transformación del mundo. La mística de santa Isabel de la Trinidad nos ayuda a vivir día a día desde el realismo de sabernos acompañados por el Amor: “Sí, que el Dios todo Amor sea tu morada inmutable, tu celda y tu clausura en medio del mundo. Recuerda que Él mora en el centro más íntimo de tu alma… Cuando te sientas débil, acude a Él… Mantente llena de confianza en su amor” (Carta 261).
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