A partir del conocido texto mesiánico de Isaías (Is 11, 2-3), la Iglesia, desde los tiempos de Justino, ha venido desarrollando y enseñando la doctrina de los siete dones del Espíritu Santo, hasta incorporarla a su magisterio ordinario. Teresa de Jesús enriquece esta tradición ya que sus textos esconden una rica Pneumatología implícita y la vivencia del Espíritu Santo como don septiforme. En estas páginas se trata de mostrar cómo el itinerario existencial que sugieren Las Moradas, se entrecruza y sigue el mismo sentido ascensional que los siete dones del Espíritu, desde la base del don de temor hasta las cumbres del don de sabiduría. Poner este acento en la presencia, la inspiración y la guía del Espíritu Santo no significa, en modo alguno, atenuar el evidente cristocentrismo de la mística teresiana. Pues el Espíritu Santo es Espíritu de Cristo, beso del Esposo, que enciende el amor en el alma con un intenso y poderoso fuego.