El anhelo de verdad la hizo recorrer todo ese largo camino que va desde el judaísmo a la vida carmelitana. Nuestro siglo, caracterizado por el traumatismo interior, el desconsuelo y la ausencia de Dios, encuentra en ella un protagonista excepcional. Edith, una vez que halló a Dios, se apercibió de la profundidad de sus ilusiones anteriores, que en el fondo ocultaban a ese mismo Dios, aunque bajo otras apariencias.