La insistencia del Papa Francisco de “volver a Jesús”, es clave en todo: es clave para configurar de nuevo la Iglesia, es clave para dar sentido a nuestro apostolado y es clave también para nuestra espiritualidad. Precisamente a esto último me voy a referir.
En el pasaje de la samaritana, Jesús, dando respuesta a la pregunta de la mujer sobre dónde se debe adorar a Dios, la respuesta de Jesús es clara: “Ha llegado la hora en que los que rindan verdadero culto al Padre lo harán es espíritu y en verdad”. Por lo que, según Jesús, no importa tanto el lugar sino la actitud.
Es más, lugar y actitud pueden reunirse en el mismo corazón, en el interior de cada persona y convertirlo en el “lugar primordial”, el que cada uno debemos buscar. En esto hasta puede coincidir el hombre y la mujer actual, que pueden buscar ser libres de las formas religiosas pero, sin embargo, se sienten más atraídos por una búsqueda espiritual.
En la actualidad, y según las encuestas, la religión está en receso, pero, sin embargo, la espiritualidad tiene más adeptos. Jesús, ya lo hemos dicho, entiende espiritualidad no sólo como lugar, sino, sobre todo como actitud, a eso se refieren las palabras “en espíritu y en verdad”.
Rescatarlas para cada uno de nosotros es necesario, siempre lo ha sido, purificarnos de lo que, algunas veces, son formas religiosas deficientes, a la vez que se las podemos ofrecer al hombre moderno, a todos, pero sobre todo a los que se manifiestan más claramente ”en búsqueda”.
No se debe insistir en formas religiosas ya obsoletas y sí presentar al mundo como propuesta el ángulo de la espiritualidad. En ella podemos converger muchos, principalmente creyentes de varias religiones, pero también no creyentes que puedan estar en búsqueda.
Siendo la movilidad una de las características del mundo actual, en un mismo lugar nos podemos encontrar gente de una gran variedad de religiones, y aún con gente que pasan de toda forma religiosa. Busquemos con ellos lo que nos puede unir, no las diferencias. Y eso lo encontramos en la espiritualidad. Que es vida, que es interiorización, que es inspiración, que es comunión, que es prestar atención a lo esencial.
Y esto los cristianos tenemos algo que recibir, pero también algo que aportar. No es necesario salir de nuestra fe, pero sí es necesario ahondar en ella. Jesús es un buen ejemplo de la espiritualidad que debemos seguir. Si miramos su vida, su oración al Padre, ese estar permanentemente unido a Él, la búsqueda de las personas necesitadas, su atención y su cuidado y su actitud siempre solidaria con las necesidades de las personas. En una palabra, la vida entera de Jesús nos habla de inserción, de comunión, de relación con ese Padre que reclama y al que hay que servir “en espíritu y en verdad”, una vida muy cerca de Dios y muy cerca también de los hombres. Un Jesús enraizado con el Reino del Padre que vino a predicar.
El hombre, la mujer moderna, es receptivo-a sobre espiritualidad. Ahí dentro, en el interior de cada uno, pero “en espíritu y en verdad”, en la búsqueda sincera del sentido de la vida, del Reino del Padre que está dentro de nuestro corazón y dentro de nuestro actuar. Esa es nuestra propuesta. La propuesta de Jesús.
Un día un maestro de la Ley se acercó a Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Jesús le invita a leer la Escritura. Es el mismo maestro el que responde dando cuerpo a las dos dimensiones de la Ley. Amar a Dios y amar al prójimo. No hay más. Eso sí con toda intensidad, con todo el corazón, esa es la medida del amor a Dios, La medida del amor al prójimo, su misma necesidad. Así de concluyente, así de claro. Esa es la dimensión de “en espíritu y en verdad”.
Siempre, a lo largo de la historia, hemos tenido ocasiones de incidir en las necesidades de nuestro prójimo. Ahora también lo tenemos claro: la necesidad de las víctimas nos reclaman. Tenemos que orar, pero no solamente orar. Los refugiados, los inmigrantes, los pobres botados como desechos de los procesos industriales, los enfermos, los encarcelados, están ahí, son ellos los que reclaman nuestra atención y nuestra ayuda. Ellos son “nuestro prójimo”. No podemos ir a la búsqueda de una espiritualidad desconectada de las necesidades del mundo actual. Ni tampoco estar en la espera de que otros lo solucionen. Es parte de nuestra tarea, de nuestra responsabilidad, de nuestra espiritualidad de personas en el mundo.
El Papa Francisco nos lo recuerda permanentemente con sus palabras, pero también con su atención o visita especial a los lugares: zonas de llegadas de emigrantes, centros de acogimiento, cárceles, hospitales. Es el testimonio de un “cristiano de vida activa” que junta a la palabra, oración y acción. Así te propongo que sea nuestra espiritualidad: “en espíritu y en verdad”. Vida, vida intensa en el interior, y acción como consecuencia. Un cristiano de vida activa no puede vivir su vida solo contemplando, ni mucho menos permaneciendo impasible. La necesidad del prójimo nos reclama.
Acerca de Daniel Camarero
Daniel Camarero es sacerdote diocesano perteneciente al Instituto Español de Misiones Extranjeras. Ha pasado la mayor parte de su vida sacerdotal en América Latina (Colombia y Perú), atendiendo sobre todo a la formación del laicado, así como la defensa y promoción de los derechos humanos.
Actualmente está en la zona rural de la Archidiócesis de Burgos, atendiendo pastoralmente a unos cuantos pueblos. Sigue preocupado por la formación integral de los laicos y por ello ofrece sus reflexiones a partir de algunos elementos centrales de nuestra fe y el testimonio de una vida concreta que murió en Auschwist, testigo del amor de Dios y de la entrega a las personas sufrientes: Etty Hillesum.
Algunos de sus títulos más destacados en la Editorial Monte Carmelo son “La Chica que no sabía arrodillarse” , “Vete y haz tú lo mismo” y “Ocho cartas para Ana”.
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