De alguna forma nos tomó desprevenidos la promesa que todos llevamos en el hombro, y no sabemos qué hacer cuando muere un ser querido. Nos damos cuenta que cuando alguien se va y nosotros nos quedamos aquí, quedamos abandonados.
Un dolor así no se borra, nunca desaparece, esa es la verdad, porque dejar de llorar es traición, olvidar es dejarles morir de nuevo. Así que aférrate al dolor, siéntelo bien porque es permanente, incluso cuando deseamos que no. El mismo es real y en adelante queda aprender a vivir con él.
Solo queda intentar entender por qué las cosas siguen igual, y las calles siguen ocupadas, y el Sol sigue calentando la Tierra. Por qué ya nadie prende el televisor ni se acuesta en esa cama y por qué sobra espacio en la mesa.
Entendemos el baile macabro cuando un ser querido muere
La muerte de un ser querido nos llena de coraje por la injusticia, quisiéramos devolver el tiempo para decir adiós, pero la vida avanza. Nuestros amores se van caminando, en silencio, con los segundos, y nos dejan el resto de nuestros días, de nuestras horas, para vivir sin ellos, para bailar sin ellos.
Nos dejan bailar el baile macabro. Así que aférrate al coraje. Aférrate al dolor que no se va y baila igual que ellos lo hicieron, pero con la promesa en el hombro de que algún día nos reuniremos en la resurrección (Apocalipsis 20:13).
Así son las cosas, la muerte no es el fin, sino que es parte de la vida “este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida” (Salmo 119).